El acorazado humeante

El increíble espectáculo de una empresa cotizada en la Bolsa, cuyos gestores cuentan la verdad a medias y con sacacorchos, adoptan represalias contra los periodistas que las investigan y toman decisiones de las que se arrepienten a medio camino, no es parte del argumento de una película de Frank Capra de los años 1930. No, esto ocurre en la España de 2013, en concreto en la Pescanova que preside Manuel Fernández-Sousa.

Menciono a Capra porque, hace pocos días, el presidente de un órgano regulador español reflexionaba: «EEUU es un país mucho más joven que España, pero en cuanto a funcionamiento del capitalismo nos lleva una ventaja considerable». Muy cierto. Las grandes batallas antitrust en EEUU se dieron a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Entonces se metió en cintura a los robber barons, ricachones que utilizaban su acceso al poder político para acumular riquezas sin aportar valor.

Empleo esta definición expresamente para no caer en el uso propagandístico del término dirigido a denigrar a todos los grandes empresarios. En el capitalismo norteamericano tienes libertad para casi todo, menos para engañar al mercado. Y cuando alguien lo ha hecho, han metido en la cárcel al estafador y perfeccionado sus instituciones manteniendo una actitud beligerante en defensa de la competencia.

Aquí, sin embargo, un aspirante a tycoon del pescado, cuya empresa apela públicamente a la confianza de los ciudadanos, torea a los accionistas, al supervisor del mercado, a los acreedores y, por lo visto, a sus propios auditores durante tres o cuatro semanas, y no pasa nada.

La temprana represalia contra una periodista de Expansión por parte de Fernández-Sousa constituye un nefasto precedente. Si alguien está dispuesto a vulnerar las normas de convivencia de esa manera, es que estamos en presencia de un problema grave. Por eso sorprende la parsimonia de la CNMV que dirige Elvira Rodríguez.

Pescanova, que tiene cientos de filiales en cuatro continentes, es ahora un gran acorazado humeante en alta mar. No sabemos si el humo es fruto de los numerosos agujeros que tiene (la deuda ha pasado de casi mil millones hace un mes a 2.700 millones el jueves pasado) o de la deliberada cortina de humo que sus gestores vienen tendiendo desde hace tiempo. Puede ser que haya algo cierto en las dos visiones.

El concurso voluntario de acreedores acordado el jueves a instancias de los actuales gestores debería recaer en un juzgado de Pontevedra. Del acierto con que actúe el juez en las próximas horas dependerá la suerte de Pescanova. Lo sorprendente es que, al cabo de un mes de que comenzaran a detectarse los problemas, ningún accionista ni acreedor se haya dirigido ya a los tribunales para intentar cautelar sus intereses. Y digo sorprendente, porque Pescanova era la empresa más recomendada por los analistas de la Bolsa española hasta que el 1 de marzo pidió el preconcurso. Un cambio tan radical de situación sólo puede obedecer a un ocultamiento deliberado.

john.muller@elmundo.es